Experiencias con los jugadores suplentes, y de cómo los manejarlos para evitar que exterioricen sus sentimientos e incomodidades.
“Dirigir a un suplente es más difícil que a un titular, porque el titular está contento, el suplente no. Depende mucho de la madurez del jugador para aceptar que otro rinde más”.
“El jugador suplente no entiende por qué queda en el banco y por qué se pone a otro. Siempre existirá ese problema. Normalmente, uno dialoga con ellos, para que tengan calma y equilibrio emocional, pero tener contentos a los 23 es imposible. Algunos se van de la cancha, abandonan la concentración, generan mal ambiente y destruyen la unidad del grupo”.
"No es tan complicado, ya que ningún técnico va a tener a un suplente cuando ve que este es mejor que el titular. Yo en eso tengo las cosas muy claras, hablo con el jugador, y si no le gusta ser suplente, le doy un abrazo y consigo a otro".
"Los suplentes suelen ser los primeros en ducharse. Huyen, no quieren compartir y desean que se les note el fastidio. En realidad, el problema sólo admite dos respuestas: o lucha o no lucha, pero a veces el jugador pone la agresividad en el sitio equivocado. Es el síndrome del suplente, qué produce desencuentros frecuentes entre entrenadores y jugadores. Yo entendí hace tiempo que las explicaciones resultan vanas porque el jugador quiere jugar, no saber el motivo por el que no juega. Incluso, parece predispuesto a no creer las razones, no siempre justas y a veces hasta peregrinas que le damos los entrenadores. Mostrar el desacuerdo es la estética de una rebeldía universal, acatar la decisión forma parte de la dignidad profesional".
Comentarios